Vamos a follar hasta que nos enamoremos es un ejercicio de romanticismo sucio en pequeños actos es un grito contra el artificio, contra lo superfluo, contra ese barniz con el que tanto nos empeñamos en cubrirnos para seducir al amante de turno, limpiamente, sin dejar huella. Pero también es un manual para no claudicar; para no dejarse arrastrar por el delirante ciclón fast food que la propia sociedad impone barriendo todo resquicio de enigma, de singularidad, de magia que nos impulse a relacionarnos, pensarnos e imaginarios fuera de los dictados pornográficos del capital. Con todo, una brecha de esperanza articula este pequeño libro, más pensado para ser mordido que para ser leído, en ser pensado pero también en ser sentido. Los textos de Ana Elena Pena confirman que el sexo es esa dulce enfermedad de la que no dejamos de enorgullecernos día tras día hasta el hastío.

Soy una murciana que vive en la pequeña villa de Ruzafa, al sur de la ciudad de Valencia, Me despierto a las 9 más o menos y lo primero que hago es tomarme un Eutirox. Soy madre de una hija con el percentil 3 y muy espabilada para su edad, que dicen todas las señoras. Y esposa de un señor soso que es quien escribe esta pequeña biografía sobre mí mientras busco bibliografía sobre Charles Manson. Tengo el pelo azul (de bote). Me gustan los donuts aunque dosifico su consumo. Escribo poemas cuando no hago joyas, y viceverso (juego de palabras). Vivo a caballo entre el Mercado y la guardería. Mi espososo es una excelente persona a la que tendré que cuidar y limpiar el culo cuando sea octogenario. No me gustan los pies. Me gusta(ría) viajar.